La Provincia
En condiciones infrahumanas

Goebbels y Goity: de trastornos psicópatas a mandar chicos a clase un 25 de febrero con 50° de calor

El Ministro Goity se equivoca al mandar los chicos un 25 de febrero a clases con 50 grados de calor en condiciones infrahumanas.

Cada tanto, es bueno dar vuelta nuevamente las páginas de la historia. Paul Joseph Goebbels (Rheydt, 29 de octubre de 1897-Berlín, 1 de mayo de 1945) ocupó el cargo de ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich entre 1933 y 1945.

Cuenta la historia que obtuvo su doctorado en Filología Germánica en la Universidad de Heidelberg en 1921. De acuerdo al historiador Longerich, Goebbels padecía “un trastorno narcisista de la personalidad que le hacía buscar adictivamente el reconocimiento y el elogio”.

El ministro José Goity, tiene el título de profesor en ciencias de la educación y técnico superior en comercialización, habiendo realizado casi toda su carrera en la U.N.R. de Rosario. Lo que nadie pensaba era que, un docente de una Universidad tan ligada y enraizada a los valores populares e intérprete de los sentimientos del pueblo, pudiese medir tan bajo en calificaciones para con sus congéneres, y desconocer la magnitud del daño que está realizando con sus políticas educativas.

Goity es el típico exponente de la derecha macrista como lo fue en su momento Pablo Avelluto, o del radicalismo residual posterior a Raúl Alfonsín, que bracea impúdicamente en un determinismo histórico propio al quedarse sin referentes. Para más, la esencia del radicalismo a la larga resultó ser como el material que compone la cola de un cometa: aleatorio.

Pertenece a la generación de dirigentes con caja pero sin GPS, que se vio obligada antes, a comulgar con el socialismo, ya que el fin era no perder la caja y las vacaciones en Miami o la Costa Atlántica. O la generación que ponía “MG”, cuando el ministro de Transporte Guillermo Dietrich llegaba en bicicleta a su oficina (lo que no te dicen es que la bicicleta con el “Crawling peg” la hacen sus socios, los mismos que no le arreglan las rutas).

Cambiaron las boinas rojas por el verde dólar. Su visión no pasa por admitir las paredes descascaradas de las escuelas, los baños rotos y los ventiladores de techo de origen chino que vuelan por los aires, así como las instalaciones eléctricas detonadas. Su visión es llenar planillas excel de horas, para mostrar en algún incógnito congreso en Europa, donde recala la segunda dama -digamos a todo esto que al gobernador Maximiliano Pullaro le encanta que se la pelen a la billetera-, se aclara, y gastar su presupuesto en ferias ignotas, reforzando su visión de que la vida es un gigantesco parque de diversiones.

Goity llega ahí justo para el recambio, con su olfato de mastín desarrollado cuando convivió con el socialismo, y logra instalar el concepto de seudoeficiencia operativa, a los fines de enganchar otro gil a partir de 2027.

El Ministro Goity observado en su discurso, nunca habla de raciones escolares, calidad de la comida, economato, calorías. No se sabe si visitó una cocina escolar. Por su escasa o dudosa formación pedagógica, solo atiborra a la prensa adicta de números, planillas de excel e informes de horas. Sabe y mira para otro lado, que no está en Suiza ni en los países bajos. Solamente a una mente retorcida y con alambiques del profesor Neurus, se le puede ocurrir que un chico de 8 o 10 años, se levante a las 5.30 de la mañana en un callejón oscuro, para salir a las 6.15 horas rumbo a la escuela, donde entra 7.15 con la panza vacía.

Esa es una de las fallas de Goity. Su gestión al frente de la cartera educativa pasa por la robotización del educando, sin tener en cuenta el contexto familiar. En una clase media destruida y venida a menos en el contexto general, Goity insiste en hacer creer que la calidad está emparentada con el reloj.

Su obsesión meridiana es ganarle….¡Una hora al reloj!. En su funesta “de” formación como educador, le hicieron creer que agregando una hora de clase iba a obtener mejores resultados. No es así. La construcción de un educando, no es la suma de horas. Es la calidad educativa de su entorno, su familia, la comida diaria, el trabajo y el hogar. Goity pretende deshojar ese árbol fabuloso que se llama “Educación” y que educadores de la talla de Paulo Freire subieron y bajaron tantas veces, para poner a girar las manecillas del reloj.

No existe ningún trabajo o resultado serio que diga que, un educando obtuvo mejores promedios porque le agregaron horas de clase. Pero el ministro desconoce seguramente, la obra de la maestra y Educadora Olga Cossettini. En 1940 la Fundación Guggenheim de Estados Unidos le otorgó una beca y en 1946 participó en representación de Argentina, del Congreso Americano de Maestros realizado en México, además de llevarse un premio de la Fundación Konex.

Quizás le moleste a Goity que, habiendo nacido esta mujer en Coronda, haya llevado la educación argentina a un posicionamiento increíble con su forma de ver la educación. No estaría mal que el gremi AMSAFE, le regalase un par de libros al Ministro.

Goity se equivoca al mandar los chicos un 25 de febrero a clases con 50 grados de calor en condiciones infrahumanas. Seguramente, los vidrios polarizados de su VW Bora o Vento con el aire acondicionado, -que le pone el patrón- le impiden tomar el lugar de un pibe con diarrea y fiebre allá por callejón Alsina o Aguirre a las 14 horas, esperando el colectivo que nunca pasará, mientras un drogón intenta abrir la panza para sacarle el celular que su padre se lo saco en 18 cuotas en ATE.

de las calorías e ingesta nutricional con el rendimiento. Como no pisó nunca un barrio, se piensa que la realidad está en los colegios privados que ve por la ventanilla del auto. Está exigiendo a un cerebro que no tiene proteínas un rendimiento excepcional. Entrará en la historia como un “apretador” que para mostrar un récord de horas, sacrificó emulando a Goebbels, una generación de pibes, maestros, celadores, profesores.

Creó junto con Bastía y Cía, una “task force”, en un Irak imaginario, de coacciones ilegítimas convalidadas en el variopinto semillero de descendientes ideológicos de Binner, que con tal de cuidar su “quintita” y los puestos tiraron la rosa (no las margaritas) a los puercos.

Binner fue el que cuando llegó, hizo dos cosas: sacó las vallas y quitó el presentismo. Pullaro ya va por la primera presea, pero al revés. Puso el presentismo. Y quizás si el termómetro social lo permite, irá pronto por la segunda. Y si la ciudadanía no se lo impide con los votos, el nombre de la nueva megacárcel “El infierno”, será un anticipo de lo que pueden ser estos años.

Nótese que la violencia en su discurso como gobernador, se advierte -al igual que el psiquiátrico de la motosierra- en la elección de los nombres. “El infierno”. O ángel o demonio. No hay grises. O estás o no estás.

La diapositiva que queda de estos años verdes oscuros y plomizos es la desinversión en la educación, la megacárcel como ejemplificación, la utilización del efecto “Bukele”, y la domesticación mediante la reclusión en hornos flagelantes en verano, y lacerantes espacios como coladores en Invierno, llamados “Escuelas”.

Quizás esto sea lo que necesita esta nueva forma de autoritarismo, que emerge de la “escuelita radical de boinas rojas”: una domesticación desde niños y niñas, buscar como lo hizo el nazismo, un “Superhombre”, que en su criterio, se transmuta en el niño que no comió la noche anterior porque su padre no hizo la changa o está en un pabellón de las Flores, y tiene que pasar entre 12 y quince horas para salir de la escuela, buscar un carro para ir a cartonear con su madre y hermanos. Y si el escenario no es este, es un poco peor: lo espera el narcomenudeo.

Por eso, lo de las 5 horas es un verso gardeliano. Ni Enrique Cadícamo y Discepolín podrían hacerlo mejor. Goebbels, en estos tiempos, como ministro de propaganda sería un éxito y seguramente tendría un lugar en este gabinete. Atención a este detalle: Goebbels padecía -de acuerdo a las fuentes- de un trastorno profundamente narcisista de la personalidad que le hacía buscar sin cesar el reconocimiento y el elogio.

Será cuestión de observar, entonces.

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