Opinión
Una primera aproximación (1652-1658)

El Cabildo de Santa Fe ante el comercio y el abasto de yerba

Gauchos de la época, "mateando".

Por Mauro Luis Pelozatto Reilly (*), especial para NOVA

A la hora de profundizar sobre la economía colonial dentro de los extensísimos territorios correspondientes al Virreinato del Perú, es preciso hacer referencia, como mínimo, al concepto de espacio peruano. Indudablemente, la principal rama de la producción estuvo concentrada en la minería, y específicamente en la de la plata, y no solamente porque dicho metal representaba el principal producto de exportación desde puertos destacados, como el del Callao, y en menor medida desde el de Buenos Aires, entre otros.

A su vez, los centros de extracción argentífera cumplieron con el papel de polos de atracción para los bienes de consumo, insumos y servicios que salían desde las distintas regiones y localidades del espacio económico, y en consecuencia, como motor de las especializaciones locales y regionales.

Debido a que las producciones de las zonas más cercanas a Potosí eran insuficientes para satisfacer las demandas de aquella ciudad, desde por lo menos la segunda mitad del siglo XVI, se fueron incorporando extensos territorios en la órbita económica del centro platero, el cual determinó que muchos de los excedentes agrarios derivados de las economías campesinas se convirtieran en importantes mercancías, y que más que interesantes flujos de plata se dispersaran entre las diferentes ciudades y sus respectivos espacios productivos.

En este contexto, cada jurisdicción y sus unidades productivas se fueron especializando en la obtención de reservas y excedentes de diversos productos, según las ventajas comparativas que cada una tuviera. Respecto al tema desarrollado para esta investigación (la producción y comercialización de yerba mate, y las políticas municipales que giraron en torno a ello en Santa Fe colonial), hay que tener presente que los principales yerbatales se concentraron durante prácticamente todo el período colonial en las regiones comprendidas por las Misiones y el Paraguay, que también se beneficiaron del fenómeno productivo del tabaco y de la expansión de la ganadería vacuna.

En cuanto a las intervenciones del Cabildo de Santa Fe, resulta adecuado traer a colación la visión que se tiene del ayuntamiento colonial como una institución que, más allá de constituirse como una corporación municipal que representaba los intereses de los sectores de la élite local, supo desempeñar múltiples y diversas funciones, en variados aspectos políticos, sociales, económicos, militares, religiosos, y sobre toda un abanico de problemáticas de interés público.

El objetivo principal de esta nota consiste, justamente, en enumerar y describir las principales medidas concejiles en relación, específicamente, con los mercados de la yerba, tanto la que se producía localmente como la que era importada desde otros puntos del Litoral, fundamentalmente desde la Provincia del Paraguay. En lo que tiene que ver con el recorte cronológico, el mismo está compuesto por los primeros años entre los cuales se dieron intervenciones capitulares con regularidad en torno a estas cuestiones (1652-1658).

Hablando de la importancia de la economía paraguaya, hay testimonios que sirven para ilustrarla. Por ejemplo, el 8 de abril de 1652, se trató sobre una petición presentada por Mateo de Lencinas, procurador general, la cual hacía referencia a los privilegios de los cuales gozaba Asunción sobre el ganado cimarrón y la yerba.

Así, ante la falta de dinero para el ramo de propios, se resolvió aplicar impuestos sobre las vaquerías y recogidas de ganado, y sobre la yerba y el vino que ingresaban a la jurisdicción, haciéndose cargo el cabildo, directamente, de la venta del último de los productos mencionados. Dichas cargas fiscales tendrían vigencia hasta que se lograra concretar la mudanza de la ciudad, para lo que se necesitaba contar con el dinero necesario.

Desde al menos comienzos del siglo XVII, ya se podían apreciar en la mencionada Gobernación el papel protagónica de las cosechas y envíos de yerba, por un lado, y las distintas formas de explotación de la fuerza de trabajo indígena, por el otro. Ya en 1603, el entonces gobernador Hernando Arias de Saavedra se encargó de dictar nuevas ordenanzas, las cuales buscaron acortar los tiempos de los turnos laborales, además de establecer que a lo sumo un tercio de los tributarios debían formar parte de los repartimientos de trabajo. Esto quiere decir que instituciones características del proceso de conquista y colonización, como la encomienda, los repartos forzados de nativos y la mita (turnos rotativos de trabajo en las unidades productivas de vecinos españoles), se desarrollaron alrededor de la producción yerbatera.

Años más tarde, el visitador general Francisco de Alfaron dispuso, entre otras cosas, la supresión de los servicios personales, la disminución de la renta en trabajo, la reducción de los turnos de cada mitayo y de la composición de los mismos, y la prohibición de los beneficios yerbateros.

Pese a todas aquellas reglamentaciones, se sabe que los abusos continuaron, y la asignación de nativos como braceros para el beneficio de vecinos (fueran encomenderos o no), fue moneda corriente. A partir de la distribución de originarios, se fueron consolidando sistemas como los mandamientos y los beneficios. Los primeros consistían, en líneas generales, en la asignación de un grupo de indígenas de los pueblos para hacer tareas determinadas durante cierto período de tiempo, por orden del gobernador o de su representante. Por su lado, los segundos estuvieron más pautados temporalmente, y se hallaban destinados puntualmente a la recolección y la preparación de la yerba mate durante los períodos más importantes en el calendario agrario.

Por otra parte, la sala capitular se encargó, varias veces, de controlar la circulación comercial, generalmente mediante la administración de licencias, e imponiendo penas sobre los infractores, como cuando el 4 de diciembre de 1652, el alcalde Arias Montiel fue comisionado para proceder con la venta de la yerba que le había sido confiscada a Francisco de Correa.

El 26 de agosto de 1654 se dispuso la venta pública de la yerba y del tabaco que se sacara de los vecinos productores. De esta manera vemos, gracias a las citas, una realidad relevante: la producción yerbatera dentro de la jurisdicción santafesina. Inclusive, como señalan algunos especialistas en el tema, la yerba y las vacas funcionaron como productos clave para el comercio santafesino, ya que permitieron que los mercaderes locales realizaran importantes envíos hacia diferentes regiones, y que los que ‘‘bajaban de las provincias de arriba’’ desempeñaran transacciones comerciales que incluían textiles provenientes de los obrajes de Perú y de Quito por ganado vacuno y yerba de Santa Fe, géneros enviados al Alto Perú para ser intercambiados por otros efectos o por plata potosina.

Todo esto tiene que ver con la integración económica regional, cuyo centro en la región litoraleña estuvo en Buenos Aires, ciudad-puerto desde donde salían hacia el Norte andino carretas con yerba mate paraguaya, esclavos africanos, textiles europeos, tropas de mulas, caballos y ganado vacuno, entre otras cosas.

Tampoco faltaron situaciones en las cuales el mismísimo cuerpo de cabildantes se encargó, en primera persona, de las exportaciones del producto en cuestión. A modo de caso, podría mencionarse que el 30 de marzo de 1656 se despachó, a cuenta de los propios de la ciudad, una partida de yerba que había sido pedida por el teniente de gobernador, para destinarlas a los ‘‘indios amigos’’ del Valle Calchaquí.

De este testimonio se desprende, además, la importancia del comercio con los nativos americanos, según el caso, y del sistema de reducciones como mecanismo para la regulación de la explotación de la mano de obra, la imposición de determinados productos y patrones de consumo, y la imposición del tributo y de impuestos que pesaban sobre las espaldas de los indígenas.

Algunas políticas estuvieron más ligadas aún al abasto reduccional: el 18 de febrero de 1654, se tomó la determinación de invertir 24 pesos de los fondos municipales para comprar yerba y tabaco para la nueva reducción de los ‘‘indios colastinés’’.

Otra cuestión relevante para las autoridades locales fue el control sobre los precios, al cual no escaparon los del bien de consumo analizado. Mayormente, los valores monetarios de fijaban en los listados confeccionados por los funcionarios capitulares correspondientes (arancelamientos), o negociando los mismos con los productores de determinados bienes (como fue el caso de la carne durante buena parte de la época colonial).

En la mayoría de los casos, los de la yerba entraron en los famosos aranceles que se elaboraban y publicaban todos los años. Por ejemplo, el 11 de enero de 1654, se establecieron los precios de varios productos, entre ellos los de la yerba, el tabaco y el trigo. El 7 de enero de 1655, se puso el precio del vino y de la yerba, mientras que el del pan se mantuvo, debido a la escasa cosecha de trigo.

También hubo resoluciones dentro de las cuales se trataron cuestiones de precios, de controles de calidad y de consumo, como cuando el 21 de octubre del año anterior, se fijó el valor de venta de la yerba del Paraguay, que era vendida ocultamente. Asimismo, se ordenó que el fiel ejecutor debía vigilar el expendio de la yerba común, lo cual era ‘‘perjudicial para la salud’’, y encargarse de que los pulpero que vendieran dicho producto ‘‘mojado y renegrido’’, fueran adecuadamente amonestados.

Era normal que el Cabildo también celara por el abasto local de diversos productos, entre ellos el que se utilizaba para el mate. Por ejemplo, el 17 de marzo de 1654, se decretó lo correspondiente al abasto de yerba, respondiendo a una petición presentada por el procurador Roque de Mendieta y Zárate. El 12 de agosto de 1658, se ordenó mandar cantidades de yerba y tabaco para los indios que se encontraban trabajando en los edificios públicos, templos y casas de los vecinos pobres, en el contexto del traslado citadino y del inicio de las construcciones de viviendas y la puesta en funcionamiento de las primeras chacras para el nuevo sitio.

De estas descripciones se desprende, más allá de la importante participación del ayuntamiento como organismo encargado del bastimento municipal, la utilización de frutos de la tierra como elementos centrales dentro de los salarios pagados a los trabajadores, y la relación entre los mercados señalados y los espacios productivos que se fueron configurando en torno a las ciudades: desde las quintas trigueras, frutícolas y hortícolas ubicadas dentro del ejido urbano hasta las grandes estancias ganaderas y diversificadas más hacia adentro de la campaña, pasando por las chacras, principalmente agrícolas y forrajeras, y en menor medida dedicadas a los bienes de hacienda, y obviamente, también las plantaciones de yerba mate.

Bibliografía y fuentes

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Milletich, Vilma (2000). ‘‘El Río de la Plata en la economía colonial’’, en Tandeter, Enrique (Dir.). Nueva Historia Argentina. Tomo II: la sociedad colonial. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, pp. 189-240.

Pelozatto Reilly, Mauro Luis (2016). ''La economía en el Paraguay y el Río de la Plata hacia comienzos del siglo XVIII'', en Revista de Historia, España, 18/12/2016.

Pelozatto Reilly, Mauro Luis (2017). ''Hábitos de consumo y mercados en Santa Fe colonial'', en Diario NOVA Santa Fe, 23 de mayo de 2017.

Pelozatto Reilly, Mauro Luis (2017). ''El Cabildo de Santa Fe y sus medidas sobre la producción y el comercio de vinos a principios del siglo XVII'', en Diario Entre Ríos Ya, 9 de julio de 2017.

Pelozatto Reilly, Mauro Luis (2017). ''El control colonial sobre la producción y el comercio de tabaco. Un estudio de Historia Regional comparada: Portoviejo (Corregimiento de Guayaquil) y Santa Fe (Gobernación del Río de la Plata) hacia mediados del siglo XVII'', en Diario Entre Ríos Ya, 15 de julio de 2017.

(*) Profesor en Historia, especialista en Ciencias Sociales, docente universitario y escritor.

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