Sin embargo, su mensaje, aunque bienintencionado para algunos, plantea una pregunta inquietante: ¿estamos realmente dispuestos a permitir que niños, que ni siquiera desarrollaron una comprensión plena de su identidad, tomen decisiones irreversibles? El Decreto 62/2025, que modifica la Ley de Identidad de Género (Ley Nro. 26.743), ya limitó estos tratamientos para menores, citando preocupaciones sobre efectos a largo plazo y madurez.

Pero la reforma constitucional que Pullaro parece impulsar podría revertir esto, abriendo la puerta a que niños se sometan a estas intervenciones basadas únicamente en su autopercepción. ¿Es esto progreso o una receta para el desastre?

Pullaro, en su afán por ser pionero en derechos, parece ignorar un detalle crucial: estamos hablando de niños. Personas que, por definición, no tienen la madurez para entender las implicaciones de decisiones tan graves.

¿Acaso cree que un niño de 12 años, que ni siquiera sabe qué quiere para merendar, está en condiciones de decidir sobre su género? Su insistencia en implementar estas medidas no solo es irresponsable; es peligrosamente ingenua.

Mientras la provincia se jacta de ser pionera en la Ley de Reparación Histórica para la comunidad travesti-trans, reconocer violaciones pasadas no justifica avalar prácticas que podrían dañar a los más vulnerables.