Mientras tanto, reclamos vitales como el de las rutas se pierden en la nada: Lisandro Enrico ya ni sabe a quién rogarle por obras públicas. ¿Y la respuesta? Un silencio tan profundo como el pozo en el que están las cuentas provinciales.

Pero el show no termina ahí. En plena guerra contra el crimen organizado, a Pullaro se le ocurrió armar el COBECO, un invento con nombre de detergente que supuestamente va a bloquear operaciones mafiosas. Todo esto sin tener acceso a la información clave de ARCA (ex AFIP), porque no quiere pagar por ella. Se ve que prefiere combatir al narco a ciegas, con un palo de escoba y buena voluntad.

La “coordinación” en seguridad es otra novela. Pullaro se saca fotos con Angelini y con la mismísima Bullrich, como si eso solucionara la escalada narco que sigue aterrorizando a Rosario y Santa Fe capital. ¿Resultados? Ninguno. Pero el tipo te vende humo con una sonrisa.

Y por si hacía falta más papelón, mientras los gremios protestaban en la Bolsa de Comercio contra la desregulación de la navegación por decreto, el gobierno provincial aplaudía a Arreseygor, el emisario de Milei.

Puccini, el ministro de Desarrollo Productivo, aplaude como foca cualquier ocurrencia libertaria, aunque implique regalarle el control de nuestros puertos a cualquiera con un yate y un Excel.

¿Igualdad y Desarrollo Humano? Ni noticias. María Victoria Tejeda se acuerda que existe Nación cuando le tiran una caja de mochilas para comunidades indígenas, o cuando la Justicia obliga al gobierno nacional a distribuir comida que estaba guardada como si fuera contrabando.

Y en medio de este circo, Pullaro avanza con una reforma constitucional cocinada entre gallos y medianoche, mientras coquetea con los libertarios para ver si se salva en la rosca electoral. ¿Unicameralidad? ¿Redefinir el Senado? ¿Consulta popular? Lo único popular acá es el hartazgo que genera este gobernador que juega a dos puntas y pierde en las dos.