Esto queda demostrado en el predio o colonia de vacaciones donde concurren chicos y chicas en su mayoría, de condición humilde. Los cuales, precisamente, no pueden pagar una colonia o un club privado.

Hay una deuda (pandemia o post-pandemia) en los espacios de esparcimiento públicos, que no se saldó. En los piletones de Avenida Galicia, se observan las huellas de un año donde no hubo mantenimiento, siendo visibles la falta de pintura, corte de yuyos, mantenimiento de hamacas, toboganes.

Es de alguna manera, una postal de la tristeza, la marginalidad que avanza en la ciudad dejando fuera a miles. Pero la marginalidad en este caso no consiste en un telegrama de despido o una fábrica que cierra, sino en la ausencia de acción e ideas para lograr integrar la ciudadanía con el estado provincial.

Detrás de este predio, se llega al noroeste de la ciudad, con barrios como Guadalupe Oeste, la Chaqueñada, Los Cipreses, Barrio Transporte, en donde se ven cotidianamente carretones cargados de cartoneros, menores haciendo malabares en los semáforos, puestos de venta efímeros, para ganarle una pulseada a la crisis y comer una vez al día.

Los predios al aire libre aportan salud y bienestar. La provincia debería activar cuanto antes este predio, para brindarle una oportunidad durante tres meses al menos, a centenas de pibes y pibas cuya estampa social es el mate cocido, la torta frita y la monedita en los semáforos.

La pandemia no es lo peor. Lo peor, lo constituye la obnubilación del pensamiento y la falta de capacidad para gerenciar los espacios públicos en tiempos de crisis.

Menos “Reels”, menos Instagram, menos Spots, cero Twitter. Más cuadrillas, gasten las zapatillas y manos a la obra.

Sentido común, le dicen.