Judiciales y Policiales
Beneficio familiar

La esposa del diputado Oscar "Cachi" Martínez frena las causas que lo involucran al narcotráfico

El diputado nacional, Oscar "Cachi" Martínez es vinculado al narcotráfico.

Cintia Graciela Gómez integró el máximo tribunal como jueza, por haber sido presidenta de la Cámara Federal de Apelaciones de Paraná, la que integra desde el 1 de octubre de 2010. Antes, desde 1994, había sido fiscal federal de Santa Fe, de donde es oriunda; y entre 1990 y 1993 se desempeñó como síndico de la Junta Administradora de la Caja Municipal de Jubilaciones y Pensiones de Santa Fe.

La magistrada tiene 46 años y está casada con el dirigente santafesino Oscar Cachi Martínez. En su tiempo como fiscal tuvo entre sus manos expedientes resonantes, por ejemplo, la denuncia promovida por la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) contra el club Colón por una millonaria evasión de impuestos y que derivó en allanamientos en los domicilios de directivos y ex futbolistas de la entidad; e investigó la causa que derivó en la primera sentencia en el país por el delito de trata de personas.

Desde que ejerce en Paraná ha cultivado el bajo perfil. Sin embargo, el año pasado suscribió una carta, junto con otros camaristas del país, criticando la reforma judicial que impulsaba el Gobierno nacional porque “podría paralizar el sistema judicial”.

Los fundamentos

El fallo de la Corte Suprema se sostiene en el dictamen del entonces procurador Esteban Righi, quien advirtió que el tribunal que dispuso la condena para el periodista “yerra” en el criterio del máximo tribunal respecto de los criterios a seguir cuando se trate de colisión de derechos, en este caso entre libertad de expresión y derecho al honor.

El procurador enfatizó, allá por marzo de 2012, que la Corte Suprema tiene dicho que “en el conflicto entre derecho a la libertad de prensa y el derecho al honor, aquel adquiere su mayor alcance cuando el honor afectado es el de una persona pública y la lesión proviene de la difusión de información de interés público probadamente falaz o inexacta”, aunque luego aclaró que no era este el caso. “El excesivo rigor y la intolerancia del error llevarían a la autocensura lo que privaría a la ciudadanía de información imprescindible para tomar decisiones sobre sus representantes”, acotó.

El periodista Jorge Lanata citó en su programa dos expedientes judiciales que involucraban a Kemelmajer en denuncias de tráfico de influencia, directa o indirectamente, a través de su marido. Las denuncias efectivamente existieron, pero lo que estaba en discusión era si el Poder Ejecutivo había desistido de su postulación para la Corte Suprema por esas denuncias. “Esta proposición, creo oportuno subrayar, bien pudo haber sido falsa; mi opinión es sólo que los hechos aportados no muestran que lo haya sido y que, sin una demostración de falsedad de esa naturaleza, la doctrina sobre libertad de expresión aplicable asegura, entiendo, el rechazo de la demanda”, replicó el procurador.

Siguiendo su razonamiento, Righi consideró que “para que una persona pública como la actora (la jueza Kemelmajer) pueda pretender una reparación civil por los daños causados por la difusión de información falsa o inexacta sobre asuntos de interés público –como lo son, en este caso, las razones en virtud de las cuales el Poder Ejecutivo Nacional habría descartado su nominación como jueza de la Corte Suprema de Justicia de la Nación– que la conciernen directamente, la demanda ha de acreditar en primer lugar, el carácter falaz de la información difundida”, algo que, en su criterio, no se logró probar en este caso.

No obstante, Righi hizo una salvedad al señalar que Lanata dio información “incompleta” e insistió en que “un relato informativo parcial, incompleto o sesgado puede ser tan lesivo para el honor de la persona implicada como la emisión de una información llanamente falsa”.

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