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Rosario Sangra

La gente salió a la calle para pedir justicia por los reiterados hechos de violencia en la ciudad

Con el hashtag #RosarioSangra una multitud se manifestó en las calles contra la inseguridad.

Como se estimó, por la gran repercusión de la convocatoria en los medios y en las redes sociales, la marcha en reclamo de seguridad que se concretó el pasado jueves en Rosario de forma multitudinaria. Una multitud de participantes unió el edificio de los Tribunales provinciales, en Moreno y Pellegrini, con la sede local de Gobernación, en Santa Fe al 1900.

Cansancio y miedo por los constantes hechos de violencia en la ciudad, que sucedieron en los últimos días, se pudo percibir entre los miles que coparon la zona del Palacio de Justicia.

Eduardo Trasante, padre de dos hijos asesinados en episodios violentos, consideró que “cuando la gente sale a la calle es porque algo llegó al límite”. En ese sentido, señaló que “cuando caminaba recién entre la gente pude percibir miedo, ya no sólo dolor, sino miedo de que algo le pase”.

Hubo grupos que se dieron cita en distintos puntos de la ciudad y se sumaron a la concentración principal en Tribunales. En cambio otros, como en bulevar Rondeau y Martín Fierro, se quedaron en el mismo lugar para protestar. Los vecinos de esta zona habían organizado el último domingo una manifestación espontánea hartos de los constantes hechos de inseguridad. En esa esquina la concentración también fue significativa en número.

Otro punto de encuentro fue Castellanos y Montevideo, realizado desde la página de Facebook SOS Rosario Sangra, creada por familiares y amigos de Rubén Figueroa, un comerciante asesinado en noviembre del año pasado.

También el periodista Pablo Procopio, a cuyo hermano Sandro lo mataron hace exactamente un año cuando salía de inspeccionar una obra en construcción que tenía a su cargo, formó parte de la protesta. “Hay esta noche muchos vecinos que conocen de situaciones de otros vecinos, de familiares, de comerciantes. Por eso se sumaron a esta manifestación. Rescato la tranquilidad y el respeto que hay. Así hay que pedir, porque lo peor que podríamos hacer es contestar con más violencia”.

Desde Tribunales, los manifestantes caminaron por calle Moreno hasta Gobernación. Allí pudo apreciarse con más nitidez la dimensión de la asistencia que tuvo esta convocatoria: cuando las primeras personas llegaban a la plaza San Martín, otras recién iniciaban el recorrido desde la zona de Moreno y Montevideo. Casi siete cuadras de gente. Un grupo de taxistas, haciendo sonar las bocinas, abrió paso y se anticipó con cortes de tránsito para permitir que los participantes pudieran desplazarse sin más preocupación. Una organización espontánea y prolija, a la que adhirieron con respeto ocasionales transeúntes ajenos a la protesta en sí y automovilistas que cruzaban por Moreno.

“Justicia” y “seguridad”, fueron las exclamaciones más repetidas durante toda la noche, tanto en la concentración en Tribunales como durante el trayecto hasta la plaza San Martín. No hubo banderas con signo político, y tampoco se dejaron ver ni autoridades ni dirigentes.

“Se va a acabar, se va a acabar, esta costumbre de matar…”, se escuchó fuerte cuando el grueso de los vecinos se apostó en las puertas de Gobernación, donde había un sistema de audio instalado.

“Gracias por haberse despertado a tiempo, nosotros no tuvimos la oportunidad y por eso lo estamos pagando”, arrancó Marcela Nissoria, la primera oradora en la plaza, que fue escuchada con gran expectativa y en silencio.

Lo mismo ocurrió cuando habló Martín Brandan, hermano de Mauricio, expresó: “Gracias por tomarse este minuto para respaldar a todos los que padecemos por la inseguridad. Demostramos que somos una ciudad de pie, que necesitamos seguridad y que nos cuiden. Es ahora. Esto es un antes y un después”. A Mauricio lo mataron en septiembre del año pasado, cuando delincuentes ingresaron a robar en su negocio de Provincias Unidas al 1500.

Los hechos de violencia más resonantes

Leonardo Perrone tenía 38 años cuando en agosto de 2014 fue asesinado delante de su hija. Se estaba por ir a trabajar con su cuñado, que lo esperaba en la puerta de su casa de Riobamba al 4300 con el auto en marcha. Dos asaltantes en moto le dieron varios disparos. Anoche, frente a la puerta de Gobernación, se oyó la voz de su madre, Liliana Durán. “Tres chicos se metieron en casa y en dos segundos se me acabó la vida. No se llevaron nada, se llevaron la vida de mi hijo. Rosario sangra, sangra Rosario”, gritó antes de que la voz se perdiera entre aplausos.

Para cuando tomó la palabra la hija de Héctor Villarruel, asesinado a balazos el viernes pasado en su casa de Avellaneda 1988, los ánimos se habían caldeado en la plaza. “Hoy empieza mi lucha junto a ustedes”, dijo la mujer, sumida en un conmovedor llanto. De inmediato, se escucharon por primera vez en la noche consignas contra la intendenta Mónica Fein y otras autoridades.

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